La conversión forzosa de los musulmanes, y luego la expulsión de los moriscos que vivían en el Reino Español fue tomada como una gran victoria por las autoridades de la época, los llamados “Reyes Católicos”, y los altos mandos de la Iglesia Católica, que veían en todo lo que tuviera alguna pizca de musulmán un mal que debía ser erradicado de inmediato. Aunque tras la conquista de Granada en 1491, Boabdill consiguió que se garantizara la libertad religiosa para su pueblo, poco tardaron Isabel y Fernando en pasarse este pacto por la Corona, y empezó este brutal proceso de reconversión primero, y expulsión después, que con los años se ha evidenciado que hizo que se perdiera más de lo que se ganó.
Se las prometía muy felices el Cardenal Cisneros cuando empezó la reconversión masiva, y la quema de libros árabes, algunos verdaderas joyas de la religión, la cultura, y la ciencia, muy avanzados para la época. Eso provocó el cabreo y las rebeliones de los moriscos, a lo que siguió el planteamiento de que si no se les puede dominar, mejor echarlos. Así con Felipe II y Felipe III empieza el proceso de exilio más grande de la historia. Tras la ley de 1609, se “limpió” por completo a España de cualquier atisbo de raíces musulmanas.
Un siglo antes de la expulsión se obligó a los musulmanes convertirse en cristianos. Aún así, eran conocidos como un sector diferente al resto de la población, eran los moriscos, muchos de ellos esclavos de los nobles del reino de España. Después de intentar asimilarlos sin éxito, se decide expulsarlos. Al fin y al cabo, se les expulsa de su tierra; nacieron allí, crecieron allí, ellos se ocuparon de sus tierras, y de golpe tenían unos días para irse de su tierra, de sus raíces. No se les consideraba españoles, por su origen árabe, sin tener en cuenta que los árabes llevaban siglos en las tierras que hoy ocupan España. Se les mandó al norte de África, tierra a la que tampoco pertenecían, pero a la que consiguieron integrarse gracias a que se encontraron con gente más tolerante que la que ocupaba la península, por mucho que éstos se pensaran mucho más avanzados. Esto provocó un sentimiento de pertenecer a esa nueva tierra, y un odio hacia todo lo español, ya que los españoles no sólo los echaron de sus casas, también les saquearon, les quitaron todo su dinero por el viaje, e incluso a muchos les mataron después de expulsarlos primero, y robarlos después. Este odio, totalmente justificado, tendría más de una consecuencia en años venideros.
Mientras, los iluminados reyes y clérigos españoles, mandamases por la gracia se dios, se congratulaban de su “victoria” y celebraban por todo lo alto que por fin tenían una España “limpia”, libre de moros y moriscos. “Muerto el perro, se acabó la rabia”, debían pensar, pero no sabían cuán equivocados estaban. La expulsión de los moriscos provocó que malvendieran sus tierras, y sus propiedades, situación aprovechada por terratenientes sin escrúpulos, que no hicieron más que aumentar su riqueza. Pero se perdieron los avances tecnológicos que tenían los moriscos en materia de agricultura, dejando de nuevo una España sesgada, pobre, sin ningún tipo de progreso y sin posibilidad de un avance. Con la expulsión de los moriscos se perdió cualquier esperanza de progreso, y se quedó la España triste, árida y retrograda, en la que la gente se moría de hambre y no tenía ningún tipo de remedio. Los moriscos, incluso, consumaban su venganza a la España católica e Imperial, por medio de la piratería. La proximidad a las costas españolas propició que gran cantidad de barcos españoles fueran saqueados por moriscos expulsados del reino de España.
Sin embargo, la cosa no sólo quedaba allí. El mundo árabe tiene uno de los patrimonios artísticos más ricos y variados del mundo, patrimonio que podría ser nuestro ahora de no ser por esa obsesión de “limpieza” étnica de nuestros antepasados. Seria incluso más rico, ya que la mezcolanza con todo lo ibérico propiciaría más variedad aún, y seríamos una de las naciones más ricas en lo cultural. Incluso si se hubiera dado más rienda suelta al progreso, los árabes nos hubieran dado muchísimos avances en cuestiones científicas y artísticas, ya que en aquella época eran una civilización muy avanzada, quizá un poco frenada por el respeto a la tradición, pero ni mucho menos inferior por ello. Esto nos haría incluso mejores personas, más tolerantes por haber convivido durante siglos con los moriscos integrándolos a nuestro pueblo, poco a poco y con respeto, no a la fuerza como se hizo, que no provocó más que rechazo, ya que serían parte de nosotros, tanto como nosotros parte de ellos, en lugar de ser dos sociedades distintas como ahora. Así, nuestra red cultural y artística sería de las más ricas del mundo, y, independientemente de los beneficios económicos que eso nos podría dar, nos evitaría muchos prejuicios y pensamientos injustos, y desgraciadamente, demasiado corrientes que aún, como sociedad, tenemos de nuestros hermanos del sur del mediterráneo y resto del mundo árabe.
lunes, 23 de febrero de 2009
lunes, 16 de febrero de 2009
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