lunes, 16 de marzo de 2009

Ítaca

Haciendo una breve definición, Ítaca es una isla del mar jónico, perteneciente a Grecia, con gran patrimonio y atractivo turístico. Pero, Ítaca es mucho más que eso, no sólo en la literatura, sino como una forma de entender la vida.

En la Ilíada y en la Odisea, Homero nos cuenta cómo Ulises pasó 10 años haciendo la guerra en Troya, y cómo el dios Poseidón alargó su viaje de vuelta a casa, a la isla de Ítaca, otros diez años más, y, como una vez allí, consigue vivir en paz. Esta espera de 20 años esperando llegar a Ítaca ha elevado el lugar a símbolo de la meta, del objetivo, del fin deseado. Pero si alguna cosa puede llegar a simbolizar Ítaca cómo debes pasar por todos los caminos posibles antes de llegar a ti mismo, para encontrarte a ti mismo y tener una vida rica y plena. También simboliza la muerte, pero ¿qué es la muerte, sino el destino final de todas las vidas? Nunca mientras estemos vivos tendremos la certeza absoluta y comprobada de que la muerte es el inicio de otra aventura, pero lo que sí sabemos, es que si que pone punto y final a nuestra vida en la tierra tal y como la conocemos.

Por tanto, Ítaca simboliza el fin de este viaje que es la vida, y no nos lo puede explicar de mejor manera el poema “Ítaca” de Konstandinos Kavafis. Ítaca no sólo será la muerte, sino el punto dónde hacer balance de lo que hemos pasado, como cuando hacemos otro viaje cualquiera, y, al llegar a casa, no paran de inundarnos los buenos recuerdos, porque siempre quedan los buenos. Kavafis nos recomienda en su poema que vivamos la vida al máximo, disfrutando en cada momento, sin temor y con ganas de disfrutarla, y rogando que sea larga, porque no hay nada mejor que tener una vida larga y llena. Por ello son tan sabias sus palabras, porque ya que tenemos que viajar, hagamos que valga la pena.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Konstandinos Kavafis
Ítaca (1911)

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